Se deduce que el mundo es una paradoja inexplicable, igual que lo es el hecho de la existencia humana. Nuestro cuerpo está formado por la misma materia y energía que las rocas; ¡la substancia vacía nos ocupa! Así pues el alma humana es como el lamento de las piedras que anhelan la eternidad. La queja permanente duerme en su memoria retenida, cerrada o eternamente abierta como lo está la urna del universo.
El espíritu puede ser el contenido de un documento escrito en una superfície de incertidumbre sin límites, un testamento que soporta la imagen del mundo que vemos; espejo de la palabra que como la Capilla turkana soporta mis quimeras...